Juan Carlos Campos, un asesino en Tandil sin escrúpulos
CONSIDERADO FUERA DE LO NORMALMENTE ACEPTADO, EN ESPECIAL EN EL TERRENO SEXUAL, TACHADO DE LOCO Y DEGENERADO POR LAS POLICIAS DE VELA Y TANDIL, FUE REINCIDENTE EN GRAVES CASOS SIMILARES PROTAGONIZADOS EN PERJUICIO DE JOVENCITAS, QUE DIERON CON SUS HUESOS VARIAS VECES EN LA CARCEL.

Juan Carlos Campos no podía dominar su genio; tampoco sus bajos instintos, peor aún sus intenciones demenciales y morbosas. Obsesionado por una jovencita de tan solo 15 años de edad, intentó un día someterla contra su voluntad, allá por 1957, en María Ignacia-Vela. Y como la menor opuso resistencia no accediendo a sus requerimientos, no tuvo mejor idea que inferirle varias puñaladas, a consecuencia de lo cual estuvo nueve años purgando la falta en el penal de Sierra Chica. La condena fue además agravada por una pena anterior y por su mal comportamiento, ya que no pocas veces agredió a puñetazos a otros reclusos, según constancias que existen del encierro; a uno de ellos, armado de un suncho de acero, sometió a duros castigos corporales.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu email“El pelado”, como se le conocía en razón de su cabeza calva, anduvo por Tandil cuando salió en libertad en noviembre de 1966, y comenzó a trabajar en Metalúrgica Tandil, yendo a vivir a la casa de su padre, en la calle Colombia sin número. No necesitó mucho tiempo para demostrar que el castigo que había recibido a consecuencia de sus andanzas delictivas, no solo no había servido de correctivo sino que persistía en su afán de delinquir, ya que comenzó a acosar a otra jovencita, Noemí Azucena González, de 17 años de edad, con requerimientos amorosos inaceptables.
La chica vivía a pocos metros de la casa de Campos y éste, que por aquel entonces había llegado a los 32 años de edad, la asediaba constantemente y en varias oportunidades había llamado su atención con proposiciones que ella había rechazado. “No me moleste más - le había dicho en reiteradas oportunidades la chica- tengo novio y no pienso dejarlo por Usted… ¡grábeselo bien en la cabeza!” Pero ello no era obstáculo para que el hombre apasionado y obsesivo, continuara persiguiéndola con su propuesta sentimental y también física. El sabía el lugar donde ella trabajaba y también el horario que cumplía. De ahí que solía esperarla en las proximidades. Y era tal el acoso persecutorio y demencial, que llegó a correrla unos metros, un día, viendo que ella rehuía encontrarse con él.