Por Daniel Xodo

(María Pita, heroína gallega, 1565-1643)

Una estatua de bronce de más de tres metros -culminando una obra de cerca de diez- en la plaza que lleva su nombre, frente al ayuntamiento de La Coruña, recuerda a María Mayor Fernández de Cámara y Pita, exaltando la bravura del pueblo galaico. Y en especial, de sus mujeres.

María era una joven de origen humilde y su vida había transcurrido en la atención de un pequeño negocio de sus padres. El casamiento con un comerciante de carnicería había mejorado su estándar de vida. Luego de enviudar –le ocurriría tres veces más-, se casa con otro comerciante también del mismo rubro.

Por entonces -corría 1589-, la reina Isabel I de Inglaterra, buscando venganza del fallido ataque español por parte de la Gran Armada, había comisionado al pirata Francis Drake a atacar España, luego de formar su propia “Armada Invencible”, en lo que terminaría en una de las más grandes derrotas de la armada inglesa y de la cual no se habla mucho.

Drake pasa por La Coruña, advierte que está poco defendida y ataca. Siempre habrá un botín. Los cañones abren las débiles murallas y por ella se lanzan los atacantes que son repelidos por los habitantes. Entre los defensores hay mujeres, y entre ellas esta María, que ve caer muerto a su marido y a un inglés que, portando su bandera y arengando a su tropa, intenta entrar a la ciudad.

Al grito: “Quen teña honra, ¡que me siga!”, mata con una pica al inglés y le arrebata la bandera. El inglés caído era el hermano de Francis Drake. El grito y el gesto motivan a los defensores, que ponen en fuga a los atacantes.

Felipe II le reconoce sus méritos nombrándola Alferez Perpetuo, le asigna un sueldo con cargo al ejército y autorización para exportar mulas a Portugal.

A raíz de su último matrimonio con un escudero de la Real Audiencia, participa de la corte y reclama un coto, lo que le causa problemas con vecinos. Felipe III le reconoce derechos y le aumenta el sueldo.

Luego de una pelea con un inquilino es acusada de intento de homicidio y pasa días en la cárcel. Enfrenta distintos pleitos entre los hijos de sus cuatro matrimonios por el reparto de bienes. Algunos con gran conflictividad.

Con razones o sin ellas, nadie puede negar que defendió con ferocidad sus derechos, los de su pueblo y lo que creía justo. Hoy es símbolo de valor y heroísmo en la defensa del propio suelo.

Un museo en la casa de su primer marido, en La Coruña, recuerda todos los avatares de su vida y, tal vez, su vida novelesca aguarda un recuerdo fílmico que la difunda.

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