Hepatitis C, una enfermedad silenciosa que se puede curar
Las hepatitis virales constituyen un problema de salud pública mundial y, entre ellas, la hepatitis C ocupa un lugar central por su evolución silenciosa y sus graves consecuencias a largo plazo.
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Las hepatitis virales son un grupo de enfermedades infecciosas que afectan al hígado y pueden ser causadas por distintos virus, siendo los más comunes los tipos A, B, C, D y E. Aunque cada una tiene características particulares —en cuanto a su forma de transmisión, evolución y tratamiento—todas tienen algo en común: comprometen la salud hepática y, en muchos casos, avanzan sin presentar síntomas.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailHasta el año 2019 se registra un aumento de casos de Hepatitis C que continúa hacia el fin del período, con excepción de 2020, cuyo descenso en todas las regiones se atribuye a la pandemia de Covid-19. Entre 2021 y 2023 se reporta el mayor número de casos confirmados y tasas. A lo largo del período se registró una mediana de 573 casos anuales, con un mínimo de 392 en 2013 y un máximo de 1.481 en 2023.
“En el caso de la hepatitis C, hablamos de una enfermedad del hígado causada por el virus del mismo nombre. Aunque puede presentarse como una infección aguda, en la mayoría de los casos no da síntomas y evoluciona de forma silenciosa hasta convertirse en una afección crónica. Esta progresión puede conducir a complicaciones graves como cirrosis, cáncer hepático y otras afecciones vinculadas al deterioro del hígado”, explicó la doctora Valeria El Haj, directora médica nacional de Ospedyc.
La forma de transmisión más frecuente es a través del contacto directo con sangre infectada. Esto puede suceder al compartir agujas, jeringas o elementos cortopunzantes, o al realizarse tatuajes o piercings con materiales no descartables o sin una correcta esterilización. También se consideran en riesgo aquellas personas que recibieron transfusiones de sangre antes de 1992, cuando aún no se conocía el virus ni se implementaban controles específicos.
Los síntomas pueden aparecer entre dos semanas y seis meses después del contagio. En esta etapa aguda, los signos suelen ser confundidos con un cuadro gripal: fiebre, escalofríos, fatiga, malestar general. Sin embargo, en su forma crónica, los síntomas pueden tardar años, incluso décadas, en manifestarse. Cuando lo hacen, pueden incluir náuseas, vómitos, orina oscura, materia fecal clara, ictericia, alteraciones en la coagulación, sangrados digestivos o acumulación de líquido en el abdomen.
El diagnóstico se realiza a través de un análisis de sangre específico. Por eso, las autoridades sanitarias recomiendan que todas las personas mayores de 18 años se realicen al menos una vez en la vida el test de hepatitis C. Es un estudio simple, accesible y fundamental para detectar la enfermedad a tiempo y comenzar un tratamiento adecuado.
“Hoy –comentó la doctora El Haj-, la hepatitis C tiene cura. Gracias a los avances médicos, existen tratamientos antivirales de corta duración —de entre 8 y 12 semanas— que resultan efectivos en el 95% de los casos. Este abordaje terapéutico no solo elimina el virus, sino que previene complicaciones graves como el trasplante hepático, la cirrosis y el cáncer de hígado”.
No existe aún una vacuna para prevenir esta infección, por eso es fundamental tomar recaudos. Evitar el contacto directo con sangre ajena, no compartir artículos personales como cepillos de dientes, agujas o máquinas de afeitar, y asegurarse de que se utilicen materiales esterilizados para tatuajes, piercings y procedimientos médicos o estéticos, son acciones clave para reducir el riesgo de contagio.
“La hepatitis C se puede prevenir, detectar y curar. El test es rápido, sencillo y puede salvar vidas”, finalizó Valeria El Haj.
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