Suzanne Simard, la ecóloga que descubrió que los árboles hacen comunidad y hablan entre sí
La canadiense demostró que los árboles se comunican y cooperan a través de una red subterránea de hongos, y que sus raíces comparten nutrientes, envían señales de advertencia y sostienen a los ejemplares más jóvenes mediante conexiones micorrízicas. Aunque sus ideas fueron recibidas con escepticismo, hoy su nuevo paradigma forma parte de programas de conservación y manejo forestal.
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“En la red del bosque, la generosidad no es una metáfora poética. Es un proceso biológico medible”, determina la científica Suzanne Simard con frecuencia.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailDurante mucho tiempo imaginamos a los bosques como escenarios silenciosos donde cada árbol sobrevivía por su cuenta, compitiendo por luz, agua y espacio. Esa idea, profundamente arraigada en la ciencia y en la cultura popular, moldeó políticas forestales, talas masivas y reforestaciones que trataban a cada especie como una unidad aislada. Pero había algo en esa visión que no lograba explicar la fortaleza, la resiliencia y la extraordinaria armonía que sostienen a los ecosistemas más antiguos del planeta.
En las últimas décadas, Simard desafió ese paradigma desde una pregunta tan simple como disruptiva: “¿Y si los bosques no fueran colecciones de individuos, sino comunidades que cooperan?”. Esa duda llevó a la investigadora canadiense a descubrir que, bajo la superficie, los árboles están conectados por una compleja red de hongos que les permite comunicarse, nutrirse mutuamente y responder colectivamente a las amenazas. Una red que funciona como un sistema nervioso del bosque, tan vital como invisible.
