En toda búsqueda artesanal hay un instante en que la curiosidad se transforma en vocación. Para Manuel Delpech, cervecero artesanal local, ese momento tuvo aroma a lúpulo. Entre cocinas improvisadas, lecturas técnicas y largas jornadas en su fábrica, comenzó a descubrir que esta planta (alma de las cervezas IPA) era un universo en sí misma. Un solo ingrediente capaz de desplegar matices cítricos, florales, resinosos o frutales, dependiendo de cómo se lo trate.

“Hay una gama tan grande de sabores y características en el lúpulo que uno nunca termina de conocerlo”, contó Manuel, explicando que cuanto más exploraba sus variedades, más lo fascinaba su versatilidad. Esa fascinación, que podría parecer puramente sensorial, es también una forma de relación, un compromiso con el detalle, una observación minuciosa, un trabajo casi meditativo. Como muchos creadores, Delpech se reconoce impulsado por una mezcla de pasión, curiosidad y gusto personal, tres motores que lo llevaron a ir más allá de la cerveza para preguntarse qué más podía ofrecer este ingrediente.

Así fue como escuchó hablar del “hop water” o agua de lúpulo, una bebida que gana popularidad en Estados Unidos y Europa entre quienes buscan alternativas naturales al alcohol y a las gaseosas industriales. La idea de una infusión de lúpulo, sin azúcares ni aditivos, lo sedujo de inmediato. No solo por su rareza, sino por tratarse de una bebida limpia, sin excesos, capaz de rescatar el alma aromática del lúpulo sin enmascararla con otros sabores.