La Asociación Sanmartiniana homenajeó al Libertador a 171 años de su fallecimiento
Vinculó la historia del general San Martín con la pandemia, al reseñar que tuvo batallas personales contra la enfermedad. Recordó que debió afrontar dolencias como “asma, reuma, úlcera, vómitos, temblores, sumado a las heridas y contusiones recibidas en combate”. Se realizó un acto con convocatoria reducida, en El Cerrito.
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En la víspera se conmemoró otro aniversario del paso a la inmortalidad del general José San Martín, libertador de América y una figura inspiradora para los argentinos. En ese marco, la Asociación Cultural Sanmartiniana de Tandil compartió con esta Redacción la reseña titulada “San Martín y la pandemia: a 171 años de su fallecimiento”, firmada por el presidente de la entidad, licenciado Jorge Menéndez.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu emailEn principio, por segundo año consecutivo le tocó a la comunidad homenajear al Libertador en el contexto especial que impone la pandemia por Covid-19. “Y en este sentido, San Martín también tiene enseñanzas para darnos, en sus 72 años de existencia, su atribulada salud lo tuvo al borde del sepulcro en cuantiosas oportunidades, pero es ahí, en la enfermedad, donde se nos muestra más admirable que nunca”, expresó.

El licenciado subrayó que “además de las tropas realistas, la geografía, la falta de recursos, la campaña de calumnias e infamias, el Libertador tuvo que oponerse a sus recurrentes enfermedades que no eran pocas: asma, reuma, úlcera, vómitos, temblores, sumado a las heridas y contusiones recibidas en combate”.
Al repasar datos históricos, refirió que “entre septiembre y diciembre de 1804, la fiebre amarilla volvió a asolar Cádiz y se desparramó por España. San Martín estuvo dedicado a realizar riesgosas actividades en esa epidemia que consistían, con sus soldados, en establecer un cordón sanitario alrededor de la ciudad. El cordón se componía con estacas, cuerdas y ‘puntos de barraca’, que eran los lugares por donde debían pasar los individuos que pretendían ingresar o salir de la ciudad, los que debían llevar unas llamadas ‘boletas de sanidad’ que garantizaban su estado de salud. Su destacada participación en dicha epidemia mereció una mención en su brillante foja de servicio”.
Otro hito se dio “después de establecer su cuartel general en Huaura Perú, a mediados de enero de 1821, aparecieron en el Ejército acampado algunos casos de fiebres tercianas o paludismo. San Martín tomó de inmediato las medidas necesarias, pero no pudo escapar a la epidemia y durante varios días estuvo recluido en su tienda de campaña”.
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A partir de ese episodio, “el 3 de marzo de 1821 le escribió a Bernardo O´Higgins: ‘Mi salud está sumamente abatida. Antes de ayer me levanté después de siete días de cama’”.
Otro antecedente ocurrió “cuando el general José San Martín pasó por Chile, tras la Expedición Libertadora del Perú (1824), contrajo una enfermedad que todavía se llamaba ‘chavalongo’”.
Por último, contó que “ya en su exilio, la primavera de 1832 fue aterradora en Francia. El cólera alcanzó París en marzo de 1832. Ante el avance del mal, San Martín y su hija abandonaron París y se instalaron en Montmorency. Su futuro yerno fue el que salvó la vida de ambos”.
Un valor público
Desde el punto de vista de las convicciones, el sanmartiniano expuso que “la salud fue siempre un valor público para el Libertador durante sus dos gestiones como gobernante, tanto en Cuyo como en Perú. En Cuyo, como gobernador intendente tomó las siguientes medidas de salud pública: organizó juntas sanitarias, impuso la vacunación contra la viruela, implementó una campaña contra la rabia canina, creó los hospitales militares de San Luis, San Juan y Mendoza, estableció dispensarios antivenéreos, la seca de pantanos en la zona del este también forma parte de su política sanitaria para evitar pestes y virus transmitidos por los mosquitos, impuso a toda la población la obligación de vacunarse, sin distinciones”.
Como conclusión, indicó que “hoy que la pandemia es uno de los centros de la discusión pública, sería un buen ejercicio recordar la figura del Libertador y su innovadora gestión de la salud. Los grandes desafíos de una crisis sin precedentes en la historia argentina sólo podrán ser abordados con una clase política imbuida de un auténtico espíritu sanmartiniano, al cual debemos poner en valor, más allá de los discursos circunstanciales, actos públicos y feriados”.
“Nos sigue dando una lección”
A las 14.30, ayer, se realizó un acto frente al monumento ubicado en El Cerrito del Libertador, del que participaron el presidente del Concejo Deliberante Juan Pablo Frolik, autoridades municipales, militares y educativas y los integrantes de la Asociación Cultural Sanmartiniana de Tandil y de la agrupación Criollos del Tandil.
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Con convocatoria reducida debido a las restricciones y protocolos de prevención del Covid-19, se colocaron ofrendas florales y se realizó la guardia de honor de los criollos a caballo y las formaciones militares.
En contacto con la radio de El Eco, Jorge Menéndez consideró que “no correspondería” el corrimiento del feriado, “pero se da así y hay que adaptarse”.
Contó que la asociación que preside está “avocada a difundir los valores sanmartinianos, juntándonos, trabajando mucho con las escuelas que es lo que más nos interesa y transmitimos desde el lugar que se pueda siempre la gran figura de nuestro Padre de la Patria”.
En cuanto al recuerdo, indicó que fue un gran estratega militar, pero también su costado humano. “El modelo sanmartiniano no es nada despreciable, la eficacia en la transformación de la realidad, con un profundo sentido ético, predicando siempre con el ejemplo. Y si hacemos un promedio con toda la dirigencia política, sin entrar en nombres, contraponemos la clase política con el modelo sanmartiniano, nos sigue dando lección. Es como que San Martín se eleva sobre la actual crisis y nos hace un llamado de consciencia”, dijo en la entrevista con “Cosas que pasan” (104.1 de El Eco Multimedios).
En ese sentido, destacó que “siempre subordinó la parte militar a lo político y lo político, a lo ético. En el sentido ético nos da varios ejemplos de desprendimiento, de renunciamiento, de modestia, de austeridad, del uso del poder como un medio para realizar valores y no como un fin en sí mismo, de la política como servicio y no como medio de vida, de los hechos y resultados”, y destacó su gobierno e intendencia en Cuyo, que fue “espectacular”.
Agregó que “uno de los grandes valores que nos legó y que aún está sin consumar es la unidad nacional. Él dijo que su sable jamás lo iba a desenvainar para entrometerse en las disputas internas, y así lo hizo”.
Como dos de sus virtudes, mencionó la coherencia y prudencia en la vida pública, lo que se reflejó en las cartas con los caudillos, donde intentaba consensuar en favor de la unidad nacional, en el intento de evitar lo que hoy conocemos como “grieta”.