Mar de las gracias

Sábado pasado, tal vez el primer día de calor de la temporada y como si fuera poco, en la orilla del mar no había ese viento característico de la costa. Mar del Plata ofreciendo a los propios su mejor versión, solo para locales y algún que otro colado, como yo, que más que ir a buscar olas y arena fui a recordar, como casi todos los años para esta época, cómo está el balneario San Sebastián, donde trabajé en mi adolescencia.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEstá lindo, preparándose para lo que viene; las lonas de las carpas relucientes, la arena como una alfombra puesta hace poco y el mar acompañando la tranquilidad de estos días; en poco más de un mes todo será descontrol, bullicio, vacaciones.
A metros de la orilla, una familia disfrutando del sol. Un matrimonio joven, la nena de unos cuatro o cinco años y el abuelo, seguramente el padre de la mamá. Los tres mayores están sentados en sus reposeras. El muchacho todavía no se sacó la remera y su esposa está con un vestido liviano; los únicos en malla son la nena (embadurnada en protector) y su abuelo, un hombre de unos setenta y algo, pelo blanco y largo (algo así como el exintegrante de una banda de rock sinfónico de principios de los setenta). Él no tiene protector; de hecho, ya luce ese bronceado que algunos solo logran después de tres meses tirados al sol. Tiene unas tremendas ganas de jugar con su nieta, que de tanto en tanto hunde la palita en la arena y llena el balde casi por compromiso.