HOY, VIERNES
Trascendencias fugaces
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Creo que los arranques de trascendencia que me asaltan de tanto en tanto se remontan a mi infancia, cuando agarraba el compás y surcaba mi nombre en el pupitre, dejando huella ineludible de mi pecado. Fui a un colegio católico, donde no había contravenciones ni indisciplinas ni faltas: había pecados, que es todo eso más una suculenta dosis de culpa.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailNo tallaba mi apellido, lo cual me dejaba cierto margen de defensa ante una eventual acusación (siempre fuimos más de dos los González del salón); mi nombre era único.
Desde entonces, sigo teniendo esos arranques.
