Ovillos que cuentan historias: tejedoras tandilenses que valoran lo artesanal y reviven tradiciones
Entre ovillos, agujas y memorias, hay diversas tejedoras en Tandil que sostienen un oficio que resiste al paso del tiempo. Elsa Mercado y Rita Baez tejen no sólo prendas únicas, sino historias marcadas por la paciencia, la tradición y la pasión por la lana. En un contexto donde la producción industrial avanza, reivindican lo artesanal como un acto de identidad, trabajo y encuentro comunitario, un saber que la Unicen busca fortalecer a través del proyecto Saber Ovejero, orientado a rescatar y dar valor a la cadena artesanal de la lana.

En los cantos de la Odisea, la historia mítica de Ulises y Penélope pone al tejido en el centro de la escena para ilustrar la paciencia de la esposa del héroe griego. Penélope, para evitar casarse con los pretendientes que la acosaban mientras esperaba el regreso de Ulises de la guerra de Troya, tejía un sudario para su suegro, Laertes, y les decía que elegiría esposo cuando terminara la obra. Sin embargo, por la noche, destejía lo que había tejido durante el día, para dilatar la acción y burlar al destino. Estaba convencida de que su amado regresaría. Y volvió. Veinte años después Ulises regresó a su casa y se reencontró con ella, la de la paciencia infinita que Serrat inmortalizó también en una canción. Los puntos que se hacen y deshacen como símbolo de resistencia.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu emailEl tejido acompaña a Elsa Mercado desde hace más de cuatro décadas. “Empecé hace mucho tiempo, hace como 40 años que tejo. Tejí a una tía mía, ella me enseñó. Y de ahí empecé yo”, recordó en diálogo con Perspectivas. Desde aquel primer ovillo que pasó por sus manos, nunca más dejó de enlazar puntos y formas. Hoy, a sus 59 años, no sólo es su modo de vida, sino también una tradición que comparte con su hija y su nieta.
“Es algo que no puede faltar. En mi casa es toda lana. Ahora vivo de esto, no tengo otro trabajo, y me encanta”, aseguró. Con el tiempo, el pasatiempo se transformó en oficio: camperas, chalecos, pullóveres y piezas únicas, hechas a mano y con la paciencia que exige el arte de tejer.