3I/ATLAS divide a la ciencia: entre el cometa interestelar y la sospecha de origen artificial
La NASA lo define como un cometa, mientras Avi Loeb insiste en anomalías que podrían indicar una nave hecha en otro mundo.
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Puntual, a las 17 del miércoles 19 de noviembre, Nicky Fox, administradora asociada de la Dirección de Misiones Científicas de la NASA, encabezó un streaming global con un anuncio que sacudió al mundo científico: 3I/ATLAS, el objeto espacial descubierto en julio por el observatorio ATLAS, proviene “de un entorno diferente al nuestro”, desde más allá del Sistema Solar.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailA su lado, el administrador asociado Amit Kshatriya fue directo: “Parece un cometa, se mueve como un cometa: es un cometa”. El evento, con audiencia récord y medios de varios continentes —entre ellos Viva—, mostró nuevas imágenes tomadas por distintas misiones de la NASA. Mientras tanto, las redes ardían.
El perfecto combustible para la conspiración
El revuelo no es casual: 3I/ATLAS es el tercer objeto interestelar detectado en la historia —tras 1I/Oumuamua y 2I/Borisov— y llegó cargado de anomalías que abrieron una grieta en la comunidad científica. Entre ellas, una “anticola cometaria” apuntando hacia el Sol y una composición rica en níquel con poco hierro, algo inusual en la naturaleza.
Esas características alimentaron hipótesis que rozan la ciencia ficción. El astrofísico Avi Loeb, director del Proyecto Galileo y una de las voces más polémicas en este debate, sugirió que las rarezas del objeto podrían indicar que se trata de una nave alienígena y no un simple cuerpo de hielo, polvo y roca.
Un visitante milenario
3I/ATLAS sorprendió por su origen lejano: no proviene del Cinturón de Kuiper ni de la Nube de Oort. Su trayectoria, con “órbita hiperbólica”, indica que no volverá jamás. Su edad estimada supera los 7 mil millones de años, lo que lo convierte en una “cápsula del tiempo” más antigua que el Sol y los planetas del Sistema Solar. Se desplaza a 246 mil kilómetros por hora.
Qué mostraron las imágenes de la NASA
En el streaming, Fox buscó responder a las especulaciones: “Se va a ver diferente porque no ha venido de nuestro Sistema Solar, y eso es lo que lo hace tan mágico”.
Kshatriya explicó por qué la NASA tardó 50 días en divulgar las imágenes: el cierre administrativo del gobierno estadounidense impidió procesar datos enviados por misiones en distintos puntos del Sistema Solar.
Las fotos, tomadas en octubre cuando el objeto pasó “cerca” de Marte, mostraron principalmente una mancha difusa. Según la NASA, las cámaras no están diseñadas para registrar cometas que viajan a más de 240.000 km/h.
Tom Statler, científico principal del proyecto Cuerpos Pequeños del Sistema Solar, lo explicó con una metáfora: es como tratar de filmar una pelota en un estadio desde distintas tribunas con cámaras diferentes.
Avi Loeb sostiene sus dudas
Pese a las explicaciones, Loeb no quedó conforme. En comunicación con Viva, argumentó que 3I/ATLAS presenta anomalías que aún no fueron aclaradas:
- Una masa extraordinaria: “El núcleo es un millón de veces más masivo que Oumuamua y mil veces más que Borisov”.
- Una anticola sostenida por meses: “No es una ilusión óptica, a diferencia de miles de cometas conocidos”.
- Composición inusual: abundancia de níquel mucho mayor que la de cometas conocidos, semejante a aleaciones industriales.
Loeb suma una nueva sospecha: que el acercamiento del objeto a Júpiter previsto para el 16 de marzo de 2026 fue “ajustado artificialmente” mediante chorros detectados en el post-perihelio.
La grieta científica
La disputa no se apaga. Statler, desde la NASA, relativiza cualquier explicación concluyente: “Estamos en las primeras etapas de aprendizaje. La verdadera respuesta llegará más adelante”. Para él, lo más valioso que deja 3I/ATLAS por ahora es la evidencia de que “existe una gama más amplia de composiciones planetarias en la galaxia” de la que se observa en el Sistema Solar.
Así, se alinean dos bandos: Team Avi y Team NASA, mientras crece la curiosidad global y el deseo, casi universal, de que alguna vez aparezca la prueba definitiva de vida más allá de la Tierra.