La desventura del lechero enamorado
QUERIA AVIVAR LAS LLAMAS DE UN ANTIGUO IDILIO, VOLVIENDO A VIVIR CON ELLA PERO SU MALTRATO HABIA ESTABLECIDO LOS LIMITES QUE LA MUJER NO ESTABA DISPUESTA A SOPORTAR. SU INSISTENCIA LO LLEVO POR MAL CAMINO.

Victoriano Nievas entraba y salía en muchas casas, todos los días. El reparto de leche a domicilio que tenía le brindaba la posibilidad de conocer y tratar a muchas mujeres, pero su predilección estaba volcada hacia ella. Como bien es cierto que donde hubo fuego cenizas quedan, él pretendía a Pelegrina Ramírez, agraciada muchacha a quien doblaba en años –ella 25, él 50- con quien había mantenido relaciones amorosas, hasta que la muchacha decidió cortarlas drásticamente.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailMientras venía cotidianamente de la zona de “El Centinela” donde vivía, a distribuir su carga láctea con la sola compañía del viejo jamelgo que tiraba del carro, no tenía otro pensamiento que no fuera para ella. Llegaba ansioso de verla. Y cuando se aprestaba a regresar, al término del reparto, siempre le quedaba tiempo para dar una vuelta por donde estaba ella, tras lo cual emprendía de nuevo el camino hacia el tambo, martillándole en la cabeza aquellas palabras que día a día contribuían a trastornar su pensamiento: “No insistas Victoriano… no insistas, por favor”. De nada servía que él le prometiera: “Volvé Pelegrina, volvé conmigo.
Es cierto que alguna vez te sometí a malos tratos y que cansada te fuiste de mi lado a la casa de tu madre pero… no voy a golpearte más. Te lo prometo si volvés conmigo”. La respuesta siempre era la misma. “Ya te he dicho que no insistas, que lo nuestro ha terminado definitivamente.” Y la persistente negativa de la joven iba socavando inevitablemente su paciencia, perturbando, además, su conciencia.