De la Escuela Granja a recorrer el mundo como veterinario de caballos de elite: la historia de Facundo Dillon
Facundo Dillon y su historia de pasión y dedicación por los caballos.
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Facundo Dillon siempre supo que el centro de su vida serían los caballos. Desde la primera vez que vio a un potro y se puso a criar gallinas para vender huevos y comprarse uno, hasta el presente en el que se dedica a la veterinaria deportiva y recorre el mundo trabajando con caballos de elite.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailDesde Emiratos Árabes, el veterinario de 36 años dialogó con El Eco y contó su historia de pasión y dedicación. Los caballos fueron los que le “abrieron las puertas del mundo” y lo llevaron de la Escuela Granja a compartir con familias nómades en Mongolia y muchas otras experiencias en Brasil, Estados Unidos, Bolivia, Qatar y Arabia Saudita.
“Tendría nueve años cuando arranqué. Desde la primera vez que vi un caballo ya me enfermé y eso me quedó para siempre. Me puse a criar gallinas, vendía huevos y con eso me compré el primero. Son el centro de mi vida, porque yo me muevo atrás de los caballos”, compartió desde Al Ain, en Abu Dhabi. Aunque su trabajo le permitió conocer muchos países, sabe que en el corto plazo va a tener la oportunidad de visitar nuevos destinos como Francia, España y hasta Kuwait.
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Tras egresar de la Escuela Granja, Facundo estudió veterinaria en la Unicen. Se recibió en el año 2016, y por entonces ya tenía decidido dedicarse a lo que actualmente hace. Sin embargo, sus propios colegas le desaconsejaban el rubro ya que –por lo menos en el país-, “se trata de un mercado muy chico y cerrado”. Pero el tandilense tenía en claro que para él "nunca existió otra posibilidad en mi cabeza, y por más chico que sea el mercado, le metí a eso”.
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Su pasión lo llevó a escribirle a un destacado veterinario con base en Brasil, uno de los referentes máximos de la profesión. “Me dijo que le había caído bien y empecé a hacer pasantías con él, y después ya recibido me ofreció trabajo”, sostuvo Facundo. Así surgió la primera gran oportunidad, por la que estuvo cinco años viviendo –y aprendiendo-, en Brasil. Luego llegó el turno de Bolivia –donde trabajó con caballos de carrera y de salto-, un breve paso por Argentina, y finalmente emigrar al mundo árabe.
De la Granja a la estepa de Mongolia
Desde que comenzó a desarrollarse como profesional, Facundo trabajó con caballos de carrera de hipódromo, de salto, de marcha y de tres tambores –una modalidad de destreza-, pero actualmente se encuentra abocado a los caballos de competencia de larga distancia. “Serían los caballos maratonistas, y siempre con la medicina deportiva”, compartió. En Emiratos atiende animales de “Endurance”, que se desempeñan en pruebas de entre 80 y 160 kilómetros.
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“Es algo que me permite vivir esta vida de viajar, conocer diferentes lugares del mundo, conocer gente y además hacer lo que me apasiona, que es trabajar con caballos. Soy como un traumatólogo de caballos atletas de alto rendimiento”, explicó.
Si bien Argentina tiene una importante tradición equina, el desarrollarse en el mundo árabe es para el veterinario “un desafío enorme”, en el cual su trabajo principal es de brindar a los animales “una buena calidad de vida y que tengan una vida deportiva más larga”. En Medio Oriente, el veterinario encontró distancias culturales, pero también logró hacer amigos y vínculos profesionales. “La generación más moderna son culturalmente mucho más abiertos. Respeta mucho más y se quiere insertar en el mundo”, sostuvo.
Si bien apenas estudió inglés poco más de un año, Facundo se relaciona a partir del saber con respecto a los caballos. “A veces no necesitamos ni hablar. En cierto punto, nos entendemos sin necesidad de decir las cosas y es por los caballos. Por más que seamos de realidades totalmente diferentes”, destacó.
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Entre otras experiencias, el veterinario convivió con familias nómades de Mongolia. “Son familias que se mudan más o menos tres veces por año, y son gente del caballo. Ellos viven sus vidas arriba del caballo, pero también lo comen”, contó. Más allá de costumbres y prácticas, Facundo consideró que todos aquellos que se dedican a los caballos comparten la misma “locura y pasión”.
La vida en Mongolia le permitió también conocer otras modalidades de vincularse con los caballos. “Es muy loco la forma en la que están domados. Responden a un comando totalmente diferente. Se manejan con el peso del cuerpo y es como manejar una moto. Si te tirás a la izquierda, doblan. Pero no hacen caso a las riendas”, sostuvo.
Si bien es consciente de que continuará trabajando como lo hace por lo menos unos años, la intención de Facundo es la de volver a Argentina. Ya cuenta con clientes en el país y actualmente su vida transcurre “seis meses en Argentina y seis meses en el desierto”.
Aunque ande por una estepa perdida en Medio Oriente, o en el rincón más recóndito del mundo, Facundo lleva siempre presente a su primer caballo. “Está vivo, tiene 29 años y lo tengo tatuado. Me conecta conmigo, con mis orígenes, con mi familia y con Tandil. Estando en Mongolia pensaba en eso, de dónde salí y hasta dónde llegué. Y todo gracias a los caballos, que me abrieron las puertas del mundo. Pero Tandil es mi casa. Andar a caballo por Tandil es algo que no tiene comparación con nada, y ahí soy yo. El mismo que cuando era chico”, concluyó.
Redactor El Eco de Tandil