Manuel y un duelo a destiempo: la dictadura secuestró a su mamá y sus restos aparecieron 32 años después
Manuel Massolo es el hijo de María Eugenia Sanllorenti, una joven tandilense estudiante de arquitectura que fue secuestrada y desaparecida en La Plata en diciembre de 1976, cuando él tenía apenas 16 días. Los restos de María Eugenia fueron identificados en 2009 y restituidos en 2011. Una historia de lucha y amor junto a su abuela, Eva Fanjul de Sanllorenti, impulsora de Memoria por la vida en Democracia y activista por los derechos humanos hasta el final de sus días. "Apuesto a las nuevas generaciones, a seguir hablando, porque cuando empiezan a aparecer estos signos de autocracia, de pasar por encima de los derechos, hay que estar atentos", reflexionó.

-El hecho de que unos huesos que están enfrente tuyo sean tu mamá, solamente esos huesos son tu mamá, y está tu abuela al lado que dice “esta es mi hija”, entonces empezás a hacer un duelo. Creo que esto de ver los huesos es clave para poder significar.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEl que habla es Manuel Massolo, terapista ocupacional, 48 años, que vive en Capital Federal. La escena que refiere se remonta al año 2009, cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense lo contactó para decirle que habían encontrado, 32 años después y en una fosa común, los restos de su madre, víctima del terrorismo de Estado.
Su madre es María Eugenia Sanllorenti Fanjul, nacida el 22 de noviembre de 1953 en La Plata y radicada en Tandil desde pequeña.
“Maru”, como la llamaban, egresó como Bachiller de la Escuela Normal Mixta José de San Martín de Tandil e ingresó en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de La Plata en 1972. Inició allí su militancia en la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y fue secuestrada cerca de su casa, en la vía pública, el 1 de diciembre de 1976. Se había casado hacía unos meses con Carlos Massolo y su hijo Manuel tenía apenas 16 días de vida cuando se la llevaron.

María Eugenia fue/es una de las 36 personas detenidas desaparecidas de la ciudad. El dolor de no saber durante tantos años. Un silencio lacerante.
En el año 2011 la Cámara Federal de Apelaciones de Capital Federal determinó que los restos exhumados en el Cementerio de Olivos, Vicente López, por el Equipo Argentino de Antropología Forense, correspondían a María Eugenia. Pudo reconstruirse que fue asesinada en un enfrentamiento fraguado el 31 de diciembre de 1976 en la localidad de Vicente López. No hay certezas acerca de su cautiverio y su familia hasta hoy no sabe dónde estuvo ni qué le pasó exactamente, ni quiénes estuvieron involucrados en su secuestro, asesinato y desaparición. Por este motivo, tampoco hay una causa judicial al respecto.
Los huesos de María Eugenia son toda la presencia física que Manuel tuvo de su mamá. Por lo demás, la ausencia se fue llenando de otras formas. Su abuela materna, Eva Fanjul de Sanllorenti, fue una figura fundamental en su vida y una de las fundadoras de la agrupación local Memoria por la Vida en Democracia. Eva falleció en agosto de 2023 a los 98 años y nunca dejó su activismo en pos de la memoria y los derechos humanos. Los restos de María Eugenia descansan en el Cementerio Municipal de Tandil y una calle lleva su nombre en el barrio Procrear. Un duelo a destiempo, pero un duelo al fin, aunque a 49 años del golpe de Estado Cívico Militar persisten los interrogantes, el dolor y la impunidad del aparato represivo estatal.

-Primero decir la importancia en mi vida de mi abuela y de toda la familia, porque esto fue una crianza de toda una familia de ambos lados, del lado de mi mamá y del lado de mi papá, que eran de ciudades vecinas, Tandil y Olavarría. Ellos se conocieron en La Plata estudiando en la universidad, compañeros de militancia y en la Juventud Universitaria Peronista. Ellos se casaron en abril del ‘76 cuando recién había ocurrido el Golpe y mi mamá desapareció el 1 de diciembre del ‘76. Yo nací en noviembre, o sea que a los 15 días míos secuestraron a mi mamá y por suerte, siempre lo digo, me siento muy agradecido de haber tenido la chance de criarme con mi propia familia, más allá de la historia de cada uno y de lo que le tocó a cada uno, agradezco muchísimo no haber sido un bebé apropiado. Últimamente estuve pensando mucho en cómo ellos se esforzaron en hacerme una infancia feliz, más allá del dolor que estaban viviendo.
La vida después
A los seis años Manuel se fue a vivir con su papá, quien formó una nueva familia, a Villa Regina, Río Negro, donde hizo la primaria y la secundaria. Una vida contenida y rodeada de amor para que su infancia y adolescencia no fueran diferentes a las de los demás chicos.
-Yo siento que tuve una infancia y una adolescencia muy contenidas. Todo ese dolor y esa búsqueda que iba por dentro con cada una de estas personas, debe haber sido durísimo. Recién en los últimos años me he puesto en el lugar de mi familia, de mi abuela y en definitiva en el lugar de mi mamá, de lo que pasó ella también. Y todo esto de ponerse en el lugar de otras personas que hicieron tu vida más fácil y feliz, que te salvaron la vida, porque yo era un bebé de 15 días, soy un sobreviviente de ese momento de la historia argentina, como muchos otros sobrevivientes, y eso es gracias a la red familiar y de amigos.

Vivió los primeros siete años de su vida en dictadura. Desde 1983, Argentina atraviesa el periodo democrático sin interrupciones más extenso de su historia. Hay generaciones enteras que han vivido siempre en democracia. Sin embargo, los tiempos actuales evidencian un sesgo negacionista que complejiza la forma de entender y mantener ciertos pactos sociales.
-Cuando empiezan a aparecer estos signos de autocracia, de pasarse por encima de los derechos, de hacer todo a dedo, hay que estar atentos y transmitirles a estos jóvenes lo que fue la dictadura. Porque por algo, hoy llegamos a tener la realidad que tenemos y es un signo de alarma para todos nosotros. Está muy bueno el tema de transmitir lo que era vivir en dictadura, qué cosas no podías hacer. Yo trato de hacerlo mucho con chicos en el colegio primario y secundario, porque esa base es el fundamento para poder mantener viva la memoria y que no nos dejemos atropellar por ese tipo de cosas que a veces empiezan solapadamente y van creciendo a medida que la gente lo permite. Van limitando los derechos de las personas, los juicios de lesa humanidad, los recursos. ¿Y quién se enteró de eso ahí? Los que estamos un poco metidos en el tema nomás. Hay menos peritos, menos abogados y un limitado acceso a diferentes cosas. Yo no creo que todos los votantes del presidente que tenemos hoy se enteren de estas cosas. Es una cuestión ideológica que está metida en el medio de este odio que se fue generando en la sociedad argentina a través de los años. Personas que por ahí estaban de acuerdo en un montón de consensos sociales, pero que en nombre de que tal o cual no esté en el gobierno, votamos al otro, sin importarme todo esto que implica. Y yo veo que este odio y esta grieta van creciendo, y eso es lo que me alarma un poco. Apuesto a las nuevas generaciones, a seguir hablando, porque los que estamos grandes ya vamos teniendo un camino, cada uno tiene sus convicciones y hay gente que por ahí no tiene ninguna. Hago charlas en el Parque de la Memoria y a veces hay gente que cuestiona a las víctimas del terrorismo de Estado. Se va generando el caldo de cultivo para que haya hoy una persona electa por el pueblo que después se transforma en autócrata. Dicen que ser militante está mal, ir a protestar está mal, van demonizando ese tipo de cosas sobre las que hace unos años había un consenso social de que era un derecho fundamental de la sociedad.
Todo está guardado en la memoria
En 1995 Manuel se mudó a Buenos Aires para estudiar en la universidad. Era la década menemista y estaban vigentes las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y el indulto, que garantizaron la impunidad de los represores. Tiempos desasosegantes para los militantes de derechos humanos que nunca bajaron sus banderas. Los genocidas estaban libres y las víctimas podían cruzarse con ellos en cualquier momento. Años que marcaron a fuego a los familiares y víctimas de la violencia de la dictadura.
-Cuando vine a estudiar a Buenos Aires a los 18 años, todos los que habían sido juzgados en 1985 estaban caminando libres por la calle. Yo me iba a tomar un café y podían estar al lado mío. Cuando era chico tenía una especie de autocensura, de cuidar dónde hablaba. En la ciudad donde yo vivía, era el único hijo de desaparecidos, no era que había diez más que yo me podía juntar y compartir lo que me pasaba, estaba solo. Entonces, cuando empieza todo esto de haber reivindicación de los desaparecidos y actos por la memoria, como que a mí me llamaban porque sabían de mi historia, y yo no sabía qué decir. Había sido tan cuidado en relación a no sufrir por este tema, que yo no había sufrido, pero sí veía la angustia y el sufrimiento de todas las personas que fueron contemporáneas de mi mamá, que si bien la disimulaban mucho frente a mí, igual lo veía, ¿no? O sea, la abuela, sobre todo mi abuela. Conmigo papá mucho no hablaba de este tema en esa época, me imagino que a los dos nos costaba, y bueno, de a poco fui como abriéndome. Cuando vine a Buenos Aires fue empezar a conocer gente a la que le había pasado lo mismo, hijos e hijas, ir a eventos, marchas, conocer gente, pero nunca era algo tan personal acerca de mi mamá. Mi mamá era como algo histórico, pero nunca me había puesto a pensar qué sentía yo en relación a eso.
El rastro de los huesos
Todo cambió en 2009 cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó los restos de María Eugenia y posteriormente la Justicia federal los restituyó.
El 29 de octubre de 2011 fue enterrada en el Cementerio Municipal de Tandil con el acompañamiento de sus familiares y amigos. Ahí estuvo Manuel junto a su inquebrantable abuela Eva. También estuvieron sus tíos, hermanos de “Maru”, que hoy viven en Buenos Aires y Mar del Plata. Ese día, Eva dijo que estaba “contenta” porque “por fin” había encontrado a su hija. La paz de una tumba con nombre.

-Esto se destapa, se desencadena, cuando en el año 2009 nos informan que habían identificado a mi mamá. A los 32 años no tenía ninguna expectativa de tener esa noticia, porque habían pasado muchos años y además nunca me había preparado para que me la den. Ahí empecé a tener mis propios sentimientos en relación a mi mamá y no porque otra persona se ponía triste porque se acordaba de mi mamá, si no porque yo me ponía triste porque estaban pasándome cosas a mí en relación con eso. Mucho mirar qué le pasaba a mi abuela y qué había que sentir. Después empecé a sentir cosas yo, son míos esos sentimientos. Me puse a pensar en mi mamá, cómo vivió esos días porque cuando se la llevaron tenía un bebé de 15 días, estaba amamantándolo, qué le pasa a una mujer cuando está amamantando, eso de grande lo pensé, de chico nunca se me ocurrió. Empecé a sufrir la pérdida de una mamá a los 30 años y a hacer el duelo, un duelo a destiempo totalmente, eso es lo raro de esto, que haces un duelo de algo, vos ya sabés qué pasó, pero ese día sentís que te pasó. Cuando fuimos a identificar los restos y fuimos con mi abuela, sentí que mi mamá se murió ese día, me largué a llorar y no me lo esperaba tampoco sentir eso, lo sentí de verdad. Esto de ver los huesos es clave para poder resignificar, porque la mente a veces necesita estas señales visuales, empíricas, y no una construcción que te dijeron. Desde el año 2009 hasta que nos restituyeron los restos, esos dos años fueron de todo este proceso.
Duelo a destiempo
El arte ha sido para Manuel una forma de canalizar, de transmutar, representar, resignificar y dotar de sentido su experiencia subjetiva que es también colectiva, porque las heridas de la dictadura calaron hondo en toda la sociedad y sus consecuencias se sufren hasta hoy. De este modo, en 2022 presentó en varias facultades de la Unicen su muestra "Dictadura a diario/Duelo a destiempo”, que tiene como soporte las intervenciones sobre artículos de la prensa de aquellos años.
-Desde el entierro para acá es como otra vida para mí en relación a este tema. Yo estoy muy atravesado por este tema, mucho más relacionado con mi familia, con mi comunidad, con mis amigos, y todo lo que yo hacía a través de mi parte más artística, a través de la pintura, haciendo como diferentes series de trabajo para mostrarlo, ir a universidades, centros culturales, poder compartir este tema. Es la militancia a través del arte, la excusa es el arte para poder hablar y todo eso se dio a partir de ese momento. Yo había hecho una serie sobre los centros clandestinos de detención, pero era toda esa época de mi vida que yo no sabía qué había pasado, era una búsqueda personal de eso, y cuando fue la restitución, fue un cambio en mi vida, en lo que yo pintaba y en todo, y ahí apareció lo de Duelo a destiempo. La última serie que estoy haciendo es sobre el Nunca más. Estoy trabajando sobre eso ahora, que son las páginas intervenidas, esta idea de pintar sobre páginas escritas que ya te cuentan algo, sobre las hojas del libro Nunca más. Y también hacer el homenaje a mi abuela, que fue tan importante, yo me apoyé mucho en ella y también para entender todo lo que significaba esa lucha, sobre todo cuando tuve mi propio hijo. En el 2011 fue que enterramos los restos de mi mamá en Tandil y en el 2016 yo tuve a mi hijo Simón, que hoy tiene 9 años, y eso me terminó de cerrar un montón de cosas de esta conexión con mi mamá, cómo ponerme en el lugar de ella y poniéndome en el lugar de mi mamá, también en el de las cientos de mujeres embarazadas, secuestradas, que tuvieron a su bebé en cautiverio, que fueron asesinadas. Todo ese camino creo que es el de este cierre de restitución; mi hijo y compartir todos esos años con la abuela, esos son los pilares de esta conexión con mi mamá.

Actividades por el 24 de marzo
Mañana se conmemorará en el país otro Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, al cumplirse 49 años del golpe de Estado de 1976 con el que inició la última Dictadura Cívico Militar. Mientras continúa el Juicio La Huerta –en el que se juzgan a los acusados por crímenes de lesa humanidad de la ciudad y la región-, diversas actividades y propuestas tendrán lugar en Tandil. El monumento a los desaparecidos ubicado en la Plaza Independencia –frente al Municipio-, será el epicentro de las dos actividades principales. Hoy a partir de las 23 horas, las organizaciones de Derechos Humanos de la ciudad convocaron a la Vigilia de la Memoria. Como todos los años, la vigilia es un espacio de encuentro, de puesta en común, de expresión colectiva con la presentación de artistas y otras propuestas. Mañana, a partir de las 16 –también en el monumento-, se convocó a la marcha que circulará por las calles de la ciudad y a la que se sumarán organizaciones, colectivos, partidos, movimientos, sindicatos y vecinos en general. Uno de los pedidos principales de parte de los organismos -junto a otras instituciones y grupos locales-, es porque la lectura de las sentencias del Juicio se hagan en Tandil.