“El sapito de las sierras”, el hallazgo que encendió una vocación y su conservación
Gabriela Soler tenía apenas unos años cuando escuchó a su abuelo hablar de unos sapitos que salían tras la lluvia. Lo que comenzó como una historia familiar se convirtió en una pasión científica y un compromiso con la conservación de una especie única del ecosistema serrano: el sapito de las sierras, cuyo hábitat hoy está en riesgo.

Cuando Gabriela Soler era apenas una niña, escuchó de su abuelo una historia que, con el tiempo, le cambiaría la vida. Había llovido la noche anterior y, mientras conversaban, él le aseguró que, si subían a la sierra, seguramente encontrarían sapitos negros saltando entre las piedras mojadas. Su curiosidad y amor por la naturaleza ya se percibían desde chica. Juntos fueron hasta la ladera serrana y, para su sorpresa, allí estaban.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailPequeños sapitos oscuros emergían entre los charcos temporarios, como si celebraran el agua caída. Ese fue el punto de partida de una búsqueda que se convirtió en una pasión, una línea de investigación y un compromiso con la conservación de una especie hasta entonces muy poco conocida.
En aquel momento ni siquiera sabía que de adulta sería profesora de Biología y naturalista. Lo que sí supo con certeza fue que quería entender a esos diminutos anfibios, saber por qué estaban ahí, cómo vivían y qué papel cumplían en el ecosistema. A partir de ese encuentro, Soler comenzó a investigar por su cuenta, con paciencia autodidacta, y más tarde logró motivar a investigadores, docentes y estudiantes que formarían los primeros grupos de conservación e investigación dedicados al sapito. Algunos de esos equipos aún hoy continúan trabajando en la Universidad Nacional del Centro, donde el proyecto Arca de los Anfibios retoma las líneas que ella ayudó a trazar.