Ponerle corazón a la transición, el camino del modelo convencional hacia la producción agroecológica

Bajo la ley 14.403 la Provincia de Buenos Aires fijó al 1 de junio como el “Día de la Agroecología” con el objetivo de integrar en este modelo no sólo la maximización de la producción por metro cuadrado sino la minimización de la erosión, del daño a la vegetación endémica y la resiliencia a los cambios climáticos.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailTandil ha pasado a ser uno de los 70 Municipios en todo el país en tener su propia ordenanza de Fomento de la Agroecología y, con ese motor, desde la Secretaría homónima que depende de la Dirección de Asuntos Agropecuarios promovieron una serie de actividades.
Para las mismas convocaron a la ciudad a Gonzalo De Marco ingeniero agrónomo, productor y asesor agroecológico que visitó algunos establecimientos locales y compartió sus conocimientos con productores y vecinos en general
De Marco se recibió en 2011 y desde el 2014 se volcó a la producción agroecológica de papa y quinoa en Miramar. Con el correr del tiempo se fue encantando con la práctica y viendo, a la vez, que tenía potencial. Hoy en día siembra más de 40 hectáreas con distintos cultivos, como papa, zapallo, centeno, trigo, girasol, mijo y cebada.
Actualmente acompaña algunos procesos en transición hacia la agroecología, ya que sabe que la organización y el entender bien hacia dónde apunta este modo de producción, es un eslabón elemental. “No es solamente no aplicar agroquímicos, sino que tiene una dimensión organizacional y social, además de la base que es lo ambiental”, consignó.
Poner corazón
El agricultor estuvo primero en Monte Callado, uno de los campos más reconocidos en materia de agroecología dentro del Partido y la zona, y luego recorrió junto a la secretaria de Agroecología del Municipio, Lorena Quiroz, el director de Asuntos Agropecuarios Cristian Trevolazavala, y un numeroso grupo de gente interesada, el emprendimiento de agricultura natural ubicado en De la Canal, Savia Alegría.

Allí conversó con “Hábitat y Conciencia” de El Eco de Tandil, y consignó la importancia de la acción de planifica, para cualquier tipo de producción o emprendimiento.
“Saber desde dónde hacia dónde se va a ir, qué objetivo se va a perseguir, y en base a eso se definir el tipo de cultivo. Como la intención, en todos los casos y sistemas, es persistir, entonces es necesario vender y ser rentables en esa comercialización”, sintetizó.
Entonces, habló de que no solamente se trata de trabajar con la naturaleza cuidando el suelo para producir alimentos de buena calidad, sino también de poder venderlos, cobrarlos y sostener el proyecto y las condiciones de vida de la familia para vivir cada día mejor.
Desde su perspectiva en el caso de esta localidad, que es tan grande y encima está creciendo, identificó que hay posibilidades muy magnas porque el 95 por ciento de la verdura que se consume viene de afuera y, de acuerdo a la extensión de las tierras, podría en verdad hacerse acá. Eso permitiría un mayor desarrollo local.
Por otro lado, también consignó que la estabilidad comercial y productiva es más factible si se diversifica en la variedad de cultivos. Igualmente, garantizó que la agroecología no es un lotería, ya que no se basa en insumos, sino en procesos y conocimientos, y en otro tipo de tecnologías que no son las químicas, como el riego por goteo, las podas en determinada época, la adaptabilidad de las plantas a cada clima. “Ahí está el corazón que uno le pone a la producción”, dijo.
Tolerar y convivir
En Miramar, según detalló el ingeniero agrónomo, cuentan con una ordenanza que prohíbe las fumigaciones o pulverizaciones a menos de 200 metros lo cual expande las tierras aptas para hacer agricultura agroecológica, orgánica o natural.
Sin embargo, en Tandil la realidad es otra, ya que la recientemente reglamentada ley de Aplicación de Agroquímicos admite esta práctica a partir de los 60 metros, con excepción de las escuelas rurales que es de 150 metros el límite. Sin embargo, los productos de la línea jardín se pueden utilizar sin restricciones, aun sabiendo que sus compuestos contienen clorpirifos, cipermetrina y glifosato, entre otros.
De esta manera, la posibilidad de planificar un cultivo sin agroquímico se vuelve más acotada, aunque no imposible. “Hay esperanzas, hay que caminar hacia ese lado, por una cuestión de salud básicamente”, incentivó.
“La agroecología es un modo de vida”, enfatizó y describió cómo en vez de aplicar insumos, se aplican procesos que demanda un cambio en el manejo. Sin embargo del otro lado, en el modelo convencional, hay grandes limitaciones como por ejemplo los costos que tienen los productores, porque los productos químicos están carísimos, están valuados en dólares y la inflación en esa moneda es más marcada aun.
Como dato no menor, reflexionó que en las producciones tradicionales a todo lo que crece alrededor de los cultivos la llaman maleza, mientras que en este modelo natural cada vez más vigente, y que en realidad fue el único posible antes de que surja la famosa Revolución Verde entre 1960 y 1980, se tiene otra contemplación con respecto a esas vegetación espontánea y a los insectos, conocidos también como plagas o enfermedades.
“Hay que tener tolerancia y saber convivir”, sugirió. Igualmente aclaró que no se trata de perder las producciones y que también se requiere de manejos, pero que no implica el uso de sustancias químicas o sintéticas. De hecho, confirmó la existencia de ciertos productos orgánicos que son aptos para utilizar cuando surgen ciertos problemas serios.
De esta forma se reducen los costos y, además, pudiendo canalizar la producción de manera directa, sin intermediarios, a un precio también justo para el consumidor, la rentabilidad es mayor.
El “voto” del consumidor
El experto afirmó que cada vez son más las personas que se están adhiriendo a este modelo, el cuál entendió que tiene su motor o impulso forjado en la conciencia de los consumidores.
“La gente ya sabe que los agroquímicos hacen mal, que hay que alimentarse bien, que hemos destruido varios ecosistemas, entonces demandan más productos agroecológicos y es ahí donde quien produce tiene las oportunidades”, detalló.
En este sentido, un mensaje que dejó para los consumidores es que compren local. “Cuando uno compra, vota, y a quien le pone ese voto se desarrolla”, indicó, aseverando que si uno elige adquirir un producto en un supermercado o de una multinacional, la plata invertida se termina yendo afuera, mientras que si opta por comprarle a un emprendedor de su misma ciudad, el dinero queda circulando en la misma sociedad.
Entonces, adquiriendo alimentos de mejor calidad a un precio menor, se contribuye al fortalecimiento de las economías locales. “El cliente tiene un gran poder con su compra que es elegir a qué modelo favorece”, concluyó De Marco.
“Lo agroecológico tiene menos riesgo”, garantizó Eduardo Cerdá
En 2020 el Gobierno creó la Dirección Nacional de Agroecología en busca de intervenir en el diseño e instrumentación de políticas que promuevan la producción de base agroecológica. Esta se convirtió en una de las únicas dependencias públicas en la materia dentro de Latinoamérica.
Al frente de la misma está Eduardo Cerdá, ingeniero agrónomo, asesor, investigador y coordinador de proyectos agroecológicos, además de ser miembro fundador de la Red Nacional de Municipios y Comunidades que fomentan la Agroecología (Renama). Esta semana, el experto brindó una clase abierta para los estudiantes de la Universidad Nacional del Centro (Unicen) titulada “La Agroecología, una oportunidad para el desarrollo rural sustentable".
Cerdá compartió el material de esa charla con “Hábitat y Conciencia”, destacando que entre varios temas que abordó a lo largo de casi dos horas, planteó la necesidad de generar nodos agroecológicos en cada localidad, que sean participativos y así generar datos.
“Es importante visibilizar, generar espacios donde se documente lo que se está haciendo”, asentó. Así, entre las demás líneas que van manejando y desarrollando desde la Dirección Nacional, apuestan a la promoción, educación y asistencia a los municipios para emprender un camino certero hacia esta transición.
Como información relevante, el funcionario recordó que el último censo agropecuario desplegado en 2019, arrojó que una de cada 50 explotaciones hace agricultura orgánica, agroecológica o biodinámica. En total son unas 5.277 en todo el país, que a la vez suman 1.166.000 hectáreas.
Sin embargo, comparó estos datos con el Programa de Agroecología, y reveló que al menos en la Provincia de Buenos Aires se registraron tres veces más en número de producciones, lo que indica que la actividad es más amplia de lo que se cree.
Más allá de los conceptos repasados y compartidos en la clase virtual, Cerdá mostró índices elocuentes y afirmó que producir trigo y maíz a través del modelo de agricultura que no emplea agroquímicos y protege los suelos cuesta un tercio de lo que sale hacerlo a través del sistema convencional. A la par, la producción que se alcanza es similar, con lo cual el retorno llega a ser de hasta cinco veces la inversión.
"Al no usar agroquímicos, el costo de producir trigo empleando la agroecología es de 150 dólares por hectárea, contra 400 que cuesta a través del modelo tradicional que precisa cada vez más insumos para producir. Y la producción que se obtiene es casi la misma", aseveró y agregó que "lo agroecológico tiene menos riesgo”.