El alambrador, un oficio histórico que contribuye a la producción moderna
Como en todos los órdenes de la vida, nuevas generaciones dan continuidad a oficios tradicionales que marcaron un antes y un después. Uno de ellos es el de alambrador, motivo de un nuevo podcast de Eco Campo.

La historia plantea que la incorporación del alambrado en el campo argentino ocurrió promediando el siglo XIX.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailNo sólo permitió consolidar de forma contundente los derechos de propiedad sobre la tierra, sino que fue central para el desarrollo de la producción ganadera.

Previamente los predios eran delimitados de una forma más precaria que incluía zanjeos, corrales de palo a pique, corrales de lienzo o de piedra y el denominado “cerco vivo”, conformado por ramas y plantas espinosas y enmarañadas.
Richard Blake Newton fue un estanciero inglés que en 1845 introdujo el primer alambrado, importado de Gran Bretaña. Esos primeros alambres sirvieron para proteger los jardines y las huertas de “Santa María”, su estancia ubicada en Chascomús, según las investigaciones del Museo Roca.

Diez años después, en 1855, la primera estancia en tener delimitado todo su perímetro por un alambrado fue “La Remedios”, ubicada donde actualmente se encuentra el Aeropuerto Internacional de Ezeiza. Era propiedad del cónsul prusiano Franz Halbach, que destinaba los terrenos a la cría de ganado ovino.
El trabajo, hoy
En el nuevo podcast el entrevistado fue Juan Martín Urrutia, un alambrador de la nueva generación que adoptó el oficio y con el correr de los años lo ha transformado en su modo de vida.
Consultado acerca de sus inicios señaló que “cuando era chico no quería hacer más tambo, algo que hacía con mi viejo. Llegó un momento en que no quería hacer más nada y me llamó un alambrador de San Manuel, Juancho Álvarez. Empecé a alambrar con él y me gustó el oficio, al que vi como un arte”.

Juan Martín Urrutia trabajó con Álvarez unos dos años, tras los cuales regresó al tambo, hasta que “me decidí a dedicarme de lleno a esto”.
Eso ocurrió hace ocho años y el presente del entrevistado es que “estoy alambrando sin parar”.
Al ser consultado acerca del momento actual que vive el oficio, planteó que “cada vez van quedando menos alambradores. Por ahí salen chicos jóvenes a alambrar, se aburren y no aguantan…. Es como todo, hay que hacer clientes y hacerse conocer”.
Comentó que en su caso ese proceso le llevó dos o tres años hasta que empezó a tener trabajo en forma continua.
“En este momento estoy pasado de trabajo. Hay que ser prolijo, no hacer macanas en los campos y -más que nada- ser buena persona para que te vayan contratando. Podés ser un poco más prolijo que otro, pero por ahí sos mejor persona y eso lo tienen en cuenta”, explicó.
El trabajo de alambrador ha sido considerado históricamente como pesado, y Juan Urrutia señaló que “hago mi trabajo de manera más artesanal. Muchas veces hay hoyadoras, y no se pueden usar... Igual tengo cepilladoras eléctricas y ando con un motorcito en la camioneta para tener energía si tengo que usar la amoladora. Antes no se contaba con eso”.
Acotó que “el primer trabajo que hice fue en 2002, con unas herramientas ´refeas´ y viejas. Hoy hay otras, como por ejemplo el taladro a nafta. El taladro a mano prácticamente no se usa. En mi caso tengo tres taladros eléctricos. Uno ya no quiere saber nada con lo que era manual”.
Sin embargo, “hoy se sigue rompiendo tosca, como antes, y hay que hacerlo sí o sí con fuerza. Se ayudan entre quienes lo hacen, pero es duro”.
La demanda
Al ser consultado acerca de los principales trabajos que se realizan actualmente, Juan Urrutia mencionó que “casi todos son alambrados nuevos, de ocho hilos y también meten mucho eléctrico. Hoy se aprovechan los bajos y lo que no sirve para chacra, para ser destinado a la ganadería: ahí se hace eléctrico. Pero se está haciendo muchísimo alambrado nuevo”.
Para dar una magnitud de sus trabajos señaló que “este año llevo 25 mil metros de alambrado hechos”.
La técnica
Para hacer un alambrado, “tenés que arrancar con los esquineros. Se coloca un esquinero en una punta y el otro en la otra. Para un medianero se pone un poste cada 12 metros, que puede ser de quebracho, palo santo o acacio. En el medio van siete varillas y cada nueve claros se pone un torniquetero, para que se tense bien el alambre”.
En cuanto a la colocación de las llamadas californias, dijo que “las hacemos en los hilos dos, cuatro y siete, aunque todo varía. La lógica es poner uno en el medio y otro en la otra. Yo lo pongo en el dos por el tema del desgaste de las varillas con el tiempo, y así evitó que se queden sin alambre arriba”.
Finalmente, planteó como mensaje que “les digo a los chicos que trabajan conmigo que traten de aprender, ya que es un lindo oficio. Hoy es muy difícil conseguir que los chicos se hagan para este oficio. Es un trabajo en el cual hay que tener mucha responsabilidad”, sentenció.
¿Qué es una california?
La california es la maniobra que permite fijar el alambre y consiste en enroscar un hilo sobre otro.
Una california bien hecha no sólo permite tener la certeza que el alambre no se desplazará y desatará, sino que define la calidad estética de la tarea desarrollada por el alambrador.
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